![1género](https://marcelochillon.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/09/1gc3a9nero.jpg?w=500&h=190)
“¿Al fútbol vas a jugar?”, “¡Ay esa chica qué machona que es!”, “No podes jugar al básquet porque son todos varones” son algunas de las expresiones que suelen escucharse cuando una mujer quiere hacer un deporte catalogado por la sociedad en general como “masculino”. El sistema social patriarcal vuelve natural y por tanto legitima la dominación del género masculino por sobre el femenino y le otorga al primero capacidades, que en realidad poco tienen que ver con el género, que al segundo le quita. Esto se ve tanto en lo cotidiano como en lo instituyente: si una niña quiere practicar un arte de lucha como el taekwondo por ejemplo, no sólo es común que su entorno más cercano primero y la sociedad en general, la juzguen en el primer intento, sino que es altamente probable que quien dicte dicha disciplina no tolere niñas en su club, o que directamente no existan tales espacios para que mujeres puedan practicarla. Aún así cuando se puede atestiguar que alguna mujer sí practica un deporte estereotipado como masculino el prejuicio por parte de las personas en general sigue siendo muy fuerte.
“Yo juego al basquet desde chica y nunca tuve drama ni me dijeron nada, aunque si me pongo a pensar es verdad que cuando camino por la calle con el equipo puesto- que es unisex según mi club- la gente te mira. Y más a mí que tengo el pelo corto” dice Stefanía de 21 años.
Del mismo modo en que el machismo le quita privilegio, en estos casos en particular, a las mujeres que quieren practicar un deporte como fútbol, handball, rugby, automovilismo, equitación, etc. la desigualdad de género no ubica a la mujer como subsumida sino que también juzga a los hombres otorgándoles patrones determinados de cómo ser hombre que si no se adecuan son fuertemente estigmatizados como “maricón”, entre otros. Esto se da en todos los ámbitos de la vida cotidiana de las personas y muy claramente en los deportes catalogados como femeninos, como podrían mencionarse las distintas variaciones de danza, gimnasia artística, patín, etc.
“En mi caso practico rugby femenino con un equipito que armamos y alquilamos la cancha entre nosotras. Como en mi grupo hay tres chicas que son lesbianas y se reconocen públicamente así, que está perfecto, la gente piensa que por jugar con ellas a un deporte bruto vos también te vas a hacer lesbiana y nada que ver” cuenta Jesica de 23 años.
Con mucha frecuencia, lo que prevalece en la relación desigual de hombres y mujeres alrededor del deporte en este caso es la práctica naturalizada de otorgar roles y, lo que es más importante, capacidades a unos y a otras por su sola condición física y biológica, esto se conoce como generocentrismo. Aquí predomina una confusión muy habitual en el sentido común entre lo que es sexo, que podría mencionarse como lo biológico en un ser humano, es decir los órganos reproductores que clasifican a las personas como hembra, macho, e intersex- despectivamente llamado hermafrodita- y entre lo que se conoce como género, es decir las maneras en que una persona se siente psicológica y socialmente y que son posibilidades inagotables.