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Bournout: violencia laboral, legislación insuficiente

El Síndrome de Bournout (o del quemado) se manifiesta cada vez más en distintos ámbitos de las actividades de una sociedad donde el éxito, la inmediatez, la lógica del mercado y las obligaciones, exigen cada vez más al trabajador.
El Bournout comenzó a evaluarse en situaciones de trabajadores sometidos a gran estrés, como los shock room de los hospitales. Después fueron los docentes en pésimas condiciones laborales, y luego se fueron estudiando y evaluando otras actividades.
A pesar del crecimiento de los padecimientos, los resortes institucionales tardan en reaccionar. La legislación acerca de la violencia laboral empieza a aparecer en el país, lo tiene la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y nuestra Provincia de Buenos Aires (Ley 13.168), donde el Bournout ha de quedar comprendido. Sin embargo, cuestiones como el acoso laboral no son reconocidas dentro de una legislación nacional.
Sobre el Bournout exise un antecedente que sienta jurisprudencia. En la Cámara Laboral de Bariloche se consideró que una trabajadora, Lidia Maldonado, padecía Bournout, considera como enfermedad laboral, obligando a la Aseguradora de Riesgos de Trabajo (ART) a cubrir sus gastos médicos.
Maldonado, de 42 años de edad, trabajó durante dieciocho años con casos de violencia familiar, abuso sexual, asistencia de internos. Se ha establecido que el Bournout puede aumentar el nivel de glucosa en sangre, lípidos e hipertensión arterial y con el tiempo aumentar el riesgo de infarto al miocardio y accidentes cerebrovasculares. La justicia vinculó la aparición de esos síntomas con el Bournout.
El estrés crónico del bournout conlleva agotamiento emocional, despersonalizando al individuo, provocando baja realización individual en su producción laboral, iniciando una faz de robotización, perdiendo los objetivos de realización personal, cosificando las mismas relaciones laborales. También se manifiestan como síntomas del diagnóstico las dificultades para dormir, problemas de digestión, problemas sexuales, durezas en el cuello y dolores de cabeza en el trabajo.
La falta de comodidad o elementos necesarios para la tarea cotidiana, la contaminación acústica y el trabajo en turnos rotativos constituyen factores necesarios mínimos para que sean disparadores del buornout.
“El burnout ya es un grave problema de salud pública pero no es atendido como tal”, definió la psiquiatra Elsa Wolfberg, especialista en medicina del trabajo. “Por un lado, es un problema para el trabajador, que no sólo pierde la motivación y la capacidad de responder a las exigencias del trabajo sino que ve afectada toda su vida social. En su casa está irritado, le molesta todo y hasta deja de cuidar a sus seres queridos. En su trabajo, además, se rodea de colegas en la misma situación, por lo que se generan ambientes muy tensos. Pero también es un problema para las empresas porque estos empleados son menos competentes, eficientes y faltan más. Sólo si se empieza a tratar al burnout como una enfermedad laboral se podrá diagnosticar y prevenir”, sostuvo.
La lógica empresarial atenta contra ese reconocimiento. Según los psiquiatras, incluirlo como enfermedad laboral significará que tanto las empresas como el sistema de salud deberán hacerse responsables de que algunos trabajadores se enfermen.